SANTO DOMINGO DE SILOS: Un poeta, un ciprés y un poema.

 SANTO DOMINGO DE SILOS:

Un poeta, un ciprés y un poema.

 

Enhiesto surtidor de sombra y sueño,

que acongojas el cielo con tu lanza.

Chorro que a las estrellas casi alcanza,

devanado a sí mismo en loco empeño.

Mástil de soledad, prodigio isleño,                                

flecha de fe, saeta de esperanza.

Hoy llegó a ti, riberas del Arlanza,

peregrina al azar mi alma sin dueño.

Cuando te vi, señero, dulce, firme,

qué ansiedades sentí de diluirme                                 

y ascender como tú, vuelto en cristales,

como tú, negra torre de arduos filos,

ejemplo de delirios verticales,

mudo ciprés en el fervor de Silos.


Gerardo Diego, MANUAL DE ESPUMAS; VERSOS HUMANOS Edt CATEDRA1996



Menuda sorpresa se llevaron los monjes de este monasterio cuando encontraron este soneto, del mismísimo Gerardo Diego (Santander, 1896-Madrid, 1987) en el libro de visitas. Cuentan que lo escribió en una sola noche, en la soledad de la celda que lo albergaba. Visitó por primera vez el monasterio con 28 años, un 3 de julio, apenas permaneció en él 24 horas pero, por lo visto, fueron muy fructíferas.   

Durante muchos años fue la única copia que había, luego lo incluyó en el poemario Versos humanos, Con este libro ganaría el Premio Nacional de Literatura en 1925 (compartido con Rafael Alberti con Marinero en tierra) y forma, junto a otros dos poemas que también tienen como eje vertebrador el ciprés: “Primavera en Silos” incluido en su obra Versos divinos y "Ausente" en  Alondra de verdad, una especie de trilogía. 


Gerardo Diego es un poeta de la Generación del 27. No fue el único poeta de esta generación que estuvo en este monasterio, Federico García Lorca estuvo antes que él, en el verano de 1917 y contó en su obra Impresiones y paisajes de 1918 su experiencia: "No se pueden dar idea del salto que se da en la historia al penetrar en este rincón de antigüedades vivientes, de leyendas románticas de monjes y guerreros…”. O Rafael Alberti que se pasó el 24 de agosto de 1925 y compuso el poema Dialoguillo de la Virgen de marzo y el niño dedicado a la talla de la Virgen del claustro románico. 


¡Tan bonito como está,

Madre, el jardín, tan bonito!

¡Déjame bajar a él!

-¿Para qué?

-Para dar un paseíto.

-Y, mientras, sin ti, ¿qué haré?

-Baja tú a los ventanales.

Dos blancas malvas reales

en tu seno prenderé.

¡Déjame bajar que quiero,

Madre, ser tu jardinero.


MARINERO EN TIERRA ; LA AMANTE ; EL ALBA DEL ALHELI, edt Castalia 1990


Pero es sin duda, este poema el que ha conseguido que cuando visitamos este monasterio, nos detengamos no solo a mirar sus maravillas arquitectónicas, si no también a su deslumbrante ciprés.



El valor artístico de este monasterio junto con su magnífico entorno, lo convierten en una parada obligatoria, si se visita Burgos.  Además, lingüísticamente, durante muchos años albergó (junto con el monasterio riojano de San Millán de la Cogolla) unas anotaciones que se creyeron que eran el origen del castellano: las GLOSAS SILENSES. 

  Los monjes amanuenses, en los márgenes o entrelíneas, explicaban o traducían del latín al castellano palabras, expresiones o fragmentos que podían resultar confusas en latín. Estas traducciones a la lengua vernácula, muy habituales en la Edad Media, son importantísimas porque nos permiten saber que los monjes, acaparadores de la cultura de la Eda Media, tenían ya problemas para comprender el latín y que, por lo tanto, esta lengua estaría ya prácticamente olvidada por el pueblo. 


    Terminamos esta entrada con otro poema de Gerardo Diego, que espero que os guste:


No verte

Un día y otro día y otro día.
No verte.

Poderte ver, saber que andas tan cerca,
que es probable el milagro de la suerte.
No verte.

Y el corazón y el cálculo y la brújula,
fracasando los tres. No hay quien te acierte.
No verte.

Miércoles, jueves, viernes, no encontrarte,
no respirar, no ser, no merecerte.
No verte.

Desesperadamente amar, amarte
y volver a nacer para quererte.
No verte.

Sí, nacer cada día. Todo es nuevo.
Nueva eres tú, mi vida, tú, mi muerte.
No verte.

Andar a tientas (y era mediodía)
con temor infinito de romperte.
No verte.

Oír tu voz, oler tu aroma, sueños,
ay, espejismos que el desierto invierte.
No verte.

Pensar que tú me huyes, me deseas,
querrías encontrarte en mí, perderte.
No verte.

Dos barcos en la mar, ciegas las velas.
¿Se besarán mañana sus estelas?

Diego, Gerardo, Obras completas poesía, Alfaguara, 1996


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