CASTILLO DE LARA DE LOS INFANTES Y UNA SEÑORA UN POCO MAL EDUCADA

 CASTILLO DE LARA DE LOS INFANTES

Y UNA SEÑORA UN POCO MAL EDUCADA.




Las escasas ruinas que aún se mantienen en pie, no reflejan la importancia y el esplendor histórico que tuvo el castillo de Lara durante buena parte de la alta Edad Media. Fundado hacia el año 902 entre sus muros vio la luz, Fernán González, el primer conde Castilla.  La belleza del paisaje y el valor histórico y literario del lugar hacen imprescindible, a pesar del esfuerzo, la subida al castillo.




Dos Cantares de gesta recogieron las hazañas de los habitantes de esta fortaleza: el de Fernán González y el de Los Siete Infantes de Lara. De este último es del que nos vamos a ocupar en este capítulo.


    La leyenda épica de los siete infantes de Lara nos ha llegado a través de diversas crónicas medievales, principalmente la Crónica General de España, redactada bajo el reinado de Alfonso X el Sabio. No obstante, el lingüista e historiador Ramón Menéndez Pidal supuso que debía haber existido un cantar de gesta previo en el que se basaron los posteriores cronistas. De los retazos incluidos en dichas crónicas, el propio Menéndez Pidal consiguió reconstruirlo parcialmente.

La trama es todo un bestseller y estaría inspirada en hechos históricos ocurridos en el último cuarto del siglo X, en tiempos del conde García Fernández.

He aquí el árbol genealógico para no perderse:



Arranca con una gran boda entre doña Lambra, señora de Barbadillo y prima del Conde, con don Ruy Velázquez (o Blázquez), señor de Vilviestre. Este caballero, además de ser tío de los siete infantes de Lara, fue un valiente soldado que acompañó a su señor, el conde de Castilla García Fernández, en varios de sus frecuentes enfrentamientos con el caudillo árabe Almanzor.

Concertadas son las bodas,

¡ay, Dios, en hora menguada!,

 a doña Lambra, la linda 

con don Rodrigo de Lara. 

En bodas y tornabodas 

se pasan siete semanas;

las bodas fueron muy buenas

y las tornabodas malas; 

las bodas fueron en Burgos,

las tornabodas en Salas”




Entre las muchas actividades que se llevarían a cabo estaba 
la demostrar su destreza como jinetes y su habilidad en el lanzamiento del bohordo.

Don Alvar Sánchez, primo de la novia, destaca de entre todos los caballeros, para alegría de su prima doña Lambra, que dice:

“Amad, señoras,

cada cual como es amada!

que más vale un caballero

de Bureba la preciada

que no siete ni setenta

de los de la flor de Lara”.


Ante semejante provocación, doña Sancha, hermana del novio y madre de los infantes, le pide respeto hacia su recién estrenada familia:

 “Calléis, Alambra, calléis, 

no digáis tales palabras, 

porque aún hoy os desposaron

 con don Rodrigo de Lara”. 


Pero doña Lambra no se calla y ante los perplejos ojos de invitados, entre los que se encontraba, Nuño Salido, ayo de los siete infantes, contesta:



            "Más callad vos, doña Sancha,
              no debéis ser escuchada, 
             que siete hijo pariste
            como puerca encenegada"



El preceptor, va en busca de los infantes para relatarles lo ocurrido y don Gonzalo, el más joven de los siete y ardoroso, monta en su caballo y se dirige al lugar de la disputa, en busca de don Álvaro. Ambos caballeros se desafían y el infante derriba al de la Bureba, que cae muerto a los pies de su caballo, que mirando a doña Lambra, le responde:



“Amad, amad, damas ruines,

 cada cual como es amada,

 que más vale un caballero

 de los de la flor de Lara

 que cuarenta ni cincuenta

 de Bureba la preciada” 



En ese momento aparece el novio, que agrede a su sobrino causándole varias heridas. 
Afortunadamente, aparece el Conde de Castilla, acompañado de don Gonzalo Gustios, impone su autoridad y devuelve una cierta tranquilidad a los festejos, pero el odio ya se ha desencadenado entre las familias y no parará hasta su fatal desenlace.

Poco después, doña Lambra, que seguía resentida por la muerte de su primo, obligó a uno de sus criados a que, a que le lanzara un cohombro lleno de la sangre sobre don Gonzalo. 

El criado cumplió la orden y se fue a refugiar bajo el manto de su señora, pero los infantes se tomaron la ofensa muy a pecho, y desenfundando sus espadas se lanzaron hacia el agresor y sacándole de entre las faldas de su dueña, le dieron de cuchilladas hasta dejarle muerto a sus pies. Lo que suponía una grave ofensa.

Doña Lambra se queja amargamente de este hecho ante su marido y le pide una y otra vez venganza:

 “Yo me estaba en Barbadillo, 

en esa mi heredad;

 mal me quieren en Castilla 

los que me habían de guardar;

 los hijos de doña Sancha

 mal amenazado me han 

que me cortarían las faldas

 por vergonzoso lugar 

y cebarían sus halcones

 dentro de mi palomar

 y me forzarían mis damas, 

casadas y por casar; 

matáronme un cocinero

 so faldas de mi brial. 

Si d’esto no me vengáis 

yo mora me he de tornar”


Y así fue como don Rodrigo Velázquez, tío, esposo y señor, urdió una terrible venganza que acabó con don

Gonzalo Gustios preso en manos de Almanzor y con sus pobres hijos, decapitados, uno a uno, en el orden en el que nacieron.


Pero, las cosas no siempre les salen bien a los traidores, aquí podéis leer esta apasionante historia, redactada a modo de periódico y, os hago un spoiler del final, con el que es quizá el romance más famoso de este ciclo de los siete infantes de Lara: 




A cazar va don Rodrigo,





y aun don Rodrigo de Lara,





con la grande siesta que hace





arrimádose ha a una haya,





maldiciendo a Mudarrillo,

 




hijo de la renegada,





que si a las manos le hubiese





que le sacaría el alma.





El señor estando en esto,





Mudarrillo que asomaba:

 




-Dios te salve, caballero,





debajo la verde haya.





-Así haga a ti, escudero,





buena sea tu llegada.





-Dígasme tú, el caballero,

 




¿cómo era la tu gracia?





-A mí me dicen don Rodrigo,





y aun don Rodrigo de Lara,





cuñado de Gonzalo Gustos,





hermano de doña Sancha;

 




por sobrinos me los hube





los siete infantes de Salas;





espero aquí a Mudarrillo,





hijo de la renegada;





si delante lo tuviese,





yo le sacaría el alma.





-Si a ti te dicen don Rodrigo,





y aun don Rodrigo de Lara,





a mí Mudarra González,





hijo de la renegada;





de Gonzalo Gustos hijo





y alnado de doña Sancha;





por hermanos me los hube





los siete infantes de Salas.





Tú los vendiste, traidor,





en el val de Arabiana,





mas si Dios a mí me ayuda,





aquí dejarás el alma.





-Espéresme, don Gonzalo,





iré a tomar las mis armas.





-El espera que tú diste





a los infantes de Lara.





Aquí morirás, traidor,





enemigo de doña Sancha.




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