LA PRIMERA IMPRESIÓN DE UNA OBRA QUE QUITÓ A LOS PROTAGONISTAS DEL TÍTULO: LA CELESTINA

 LA PRIMERA IMPRESIÓN DE UNA OBRA QUE QUITÓ A LOS PROTAGONISTAS DEL TÍTULO: LA CELESTINA 



ACTO III - CONJURO DEMONÍACO PARA CONSEGUIR LOS AMORES DE MELIBEA


CELESTINA.- Conjúrote, triste Plutón, señor de la profundidad infernal, emperador de la Corte dañada, capitán soberbio de los condenados ángeles, señor de los sulfúreos fuegos, que los hirvientes étnicos montes manan, gobernador y veedor de los tormentos y atormentadores de las pecadoras ánimas, regidor de las tres Furias, Tesífone, Megera y Aleto, administrador de todas las cosas negras del reino de Estigia y Dite, con todas sus lagunas y sombras infernales, y litigioso Caos, mantenedor de las volantes harpías, con toda la otra compañía de espantables y pavorosas hidras. Yo, Celestina, tu más conocida cliéntula, te conjuro por la virtud y fuerza de estas bermejas letras; por la sangre de aquella nocturna ave con que están escritas; por la gravedad de aquestos nombres y signos que en este papel se contienen; por la áspera ponzoña de las víboras de que este aceite fue hecho, con el cual unto este hilado. Vengas sin tardanza a obedecer mi voluntad y en ello te envuelvas y con ello estés sin un momento te partir, hasta que Melibea, con aparejada oportunidad que haya, lo compre, y con ello de tal manera quede enredada que, cuanto más lo mirare, tanto más su corazón se ablande a conceder mi petición. Y se le abras, y lastimes del crudo y fuerte amor de Calisto, tanto que, despedida toda honestidad, se descubra a mí y me galardone mis pasos y mensaje. Y esto hecho, pide y demanda de mí a tu voluntad. Si no lo haces con presto movimiento, tendrasme por capital enemiga; heriré con luz tus cárceles tristes y oscuras; acusaré cruelmente tus continuas mentiras; apremiaré con mis ásperas palabras tu horrible nombre. Y otra y otra vez te conjuro. Así confiando en mi mucho poder, me parto para allá con mi hilado, donde creo te llevo ya envuelto.




    En último tercio del siglo XV, muy cerca de la impresionante iglesia de San Nicolás, en la llamada subida del Azogue, frente a la catedral de Burgos, instaló Fadrique de Basilea (o Fadrique el Alemán) una de las más importantes imprentas del momento. Ejerció su trabajo durante al menos 30 años, con gran tino literario pues por su imprenta pasaron obras de la categoría de Cárcel de amor de Diego de San Pedro, de la que se hicieron tres ediciones, la primera en 1496. Glosa a las Coplas de Mingo Revulgo de Fernando del Pulgar, la Gramática en lengua castellana de Antonio de Nebrija, una edición de las Fábulas de Esopo y de las Bucólicas de Virgilio, obras que anticipaban ya el gusto por lo clásico del Renacimiento.

Sin embargo, la obra por la que ha sido recordada esta imprenta y por la que conserva una placa donde estuvo ubicada es La Celestina en su primera edición, la de 1499.



Cuando Fabrique de Basilea la imprimió ese año, el título del libro era diferente, entonces se llamó como los autores la habían bautizado Comedia de Calisto y Melibea, recordando el nombre de los dos amantes protagonistas. Lo curioso del asunto es que esta obra, que tuvo éxito desde que se publicó con este nombre, pasó a tener diferentes títulos hasta que se impuso el que el público de lectores y oyentes decidió: La Celestina, el nombre de la alcahueta, la que consigue el amor clandestino de los dos protagonistas.

Se sabe que en 1502 apareció la obra apareció ampliada a veintiún actos, bajo el título de Tragicomedia de Calisto y Melibea y precedida de unas octavas acrósticas en las que se indicaba el nombre y lugar de origen del autor que, en el prólogo, declaraba haberse encontrado el auto I y haberlo continuado.

Poco después, en la edición de 1518 el personaje de Celestina se cuela en el título Tragicomedia de Calisto y Melibea y la puta vieja Celestina. Finalmente, el título por el cual conocemos la obra hoy, La Celestina, aparecerá por primera vez en la edición de Alcalá de Henares que fue publicada en 1569.

Es curiosa e inusual la desaparición de los amantes protagonistas del título de la obra. Pensemos en Romeo y Julieta o en Tristán e Isolda, desde luego nuestra visión de la obra hubiera sido diferente si los protagonistas hubieran sido desplazados del título.

Os dejo con un fragmento del acto I, y si queréis leer más en este enlace podéis encontrar una de las muchas ediciones del libro: LA CELESTINA


ACTO I - CALISTO DESCRIBE A MELIBEA Y SU CRIADO LE CONVENCE DE QUE BUSQUE LOS SERVICIOS DE CELESTINA.


CALISTO.- Comienzo por los cabellos. ¿Ves tú las madejas del oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son y no resplandecen menos. Su longura hasta el postrero asiento de sus pies, después crinados y atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para convertir los hombres en piedras. 


SEMPRONIO.- Más en asnos. 


CALISTO.- ¿Qué dices? 


SEMPRONIO.- Dije que esos tales no serían cerdas de asno. 


CALISTO.- ¡Ved qué torpe y qué comparación! 


SEMPRONIO.- ¿Tú cuerdo? 


CALISTO.- Los ojos verdes rasgados, las pestañas luengas, las cejas delgadas y alzadas, la nariz mediana, la boca pequeña, los dientes menudos y blancos, los labios colorados y grosezuelos, el torno del rostro poco más luengo que redondo, el pecho alto, la redondez y forma de las pequeñas tetas, ¿quién te la podría figurar? ¡Que se despereza el hombre cuando las mira! La tez lisa, lustrosa, el cuero suyo oscurece la nieve, la color mezclada, cual ella la escogió para sí. 


SEMPRONIO.- ¡En sus trece está este necio! 


CALISTO.- Las manos pequeñas en mediana manera, de dulce carne acompañadas; los dedos luengos; las uñas en ellos largas y coloradas, que parecen rubíes entre perlas. Aquella proporción, que ver yo no pude, no sin duda, por el bulto de fuera juzgo incomparablemente ser mejor que la que Paris juzgó entre las tres deesas. 


SEMPRONIO.- ¿Has dicho? 


CALISTO.- Cuan brevemente pude. 


SEMPRONIO.- Puesto que sea todo eso verdad, por ser tú hombre eres más digno. 


CALISTO.- ¿En qué? 


SEMPRONIO.- ¿En qué? Ella es imperfecta, por el cual defecto desea y apetece a ti y a otro menor que tú. ¿No has leído el filósofo do dice «así como la materia apetece a la forma, así la mujer al varón»? 


CALISTO.- ¡Oh triste!, y ¿cuándo veré yo eso entre mí y Melibea? 


SEMPRONIO.- Posible es, y aunque la aborrezcas cuanto ahora la amas, podrá ser alcanzándola y viéndola con otros ojos libres del engaño en que ahora estás. 


CALISTO.- ¿Con qué ojos? 


SEMPRONIO.- Con ojos claros. 


CALISTO.- Y ahora, ¿con qué la veo? 


SEMPRONIO.- Con ojos de alinde, con que lo poco parece mucho y lo pequeño grande. Y por que no te desesperes, yo quiero tomar esta empresa de cumplir tu deseo. 


CALISTO.- ¡Oh, Dios te dé lo que deseas, que glorioso me es oírte aunque no espero que lo has de hacer! 


SEMPRONIO.- Antes lo haré cierto. 


CALISTO.- Dios te consuele. El jubón de brocado que ayer vestí, Sempronio, vístelo tú. 


SEMPRONIO.- Prospérete Dios por éste y por muchos más que me darás. De la burla yo me llevo lo mejor. Con todo, si de estos aguijones me da, traérsela he hasta la cama. ¡Bueno ando! Hácelo esto que me dio mi amo, que sin merced imposible es obrarse bien ninguna cosa. 


CALISTO.- No seas ahora negligente. 


SEMPRONIO.- No lo seas tú, que imposible es hacer siervo diligente el amo perezoso. 


CALISTO.- ¿Cómo has pensado de hacer esta piedad? 


SEMPRONIO.- Yo te lo diré. Días ha grandes que conozco en fin de esta vecindad una vieja barbuda que se dice Celestina, hechicera, astuta, sagaz en cuantas maldades hay. Entiendo que pasan de cinco mil virgos los que se han hecho y deshecho por su autoridad en esta ciudad. A las duras peñas promoverá y provocará a lujuria si quiere. 


CALISTO.- ¿Podríala yo hablar? 


SEMPRONIO.- Yo te la traeré hasta acá. Por eso, aparéjate, sele gracioso, sele franco, estudia, mientras voy yo a le decir tu pena tan bien como ella te dará el remedio. 


CALISTO.- ¿Y tardas? 


SEMPRONIO.- Ya voy; quede Dios contigo. 


CALISTO.- Y contigo vaya. ¡Oh todopoderoso, perdurable Dios!, Tú que guías los perdidos y los reyes orientales por el estrella precedente a Belén trajiste y en su patria los redujiste, humilmente te ruego que guíes a mi Sempronio, en manera que convierta mi pena y tristeza en gozo, y yo, indigno, merezca venir en el deseado fin.


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