Lerma y el don Juan de clase media que inspiró el gran amor de doña Inés

 Lerma y el don Juan de clase media

que inspiró el gran amor de doña Inés


ESCENA XII (Primera Parte - Acto I)
(fragmento: D. Juan relata su historia)

DON JUAN

Como gustéis, igual es,
que nunca me hago esperar.
Pues, señor, yo desde aquí,
buscando mayor espacio
para mis hazañas, di
sobre Italia, porque allí
tiene el placer un palacio.
De la guerra y del amor
antigua y clásica tierra,
y en ella el Emperador,
con ella y con Francia en guerra,
díjeme: «¿Dónde mejor?
Donde hay soldados hay juego,
hay pendencias y amoríos».
Di, pues, sobre Italia luego,
buscando a sangre y a fuego
amores y desafíos.
En Roma, a mi apuesta fiel,
fijé entre hostil y amatorio,
en mi puerta este cartel:
Aquí está don Juan Tenorio
para quien quiera algo de él.
De aquellos días la historia
a relataros renuncio;
remítome a la memoria
que dejé allí, y de mi gloria
podéis juzgar por mi anuncio.
Las romanas caprichosas,
las costumbres licenciosas,
yo gallardo y calavera,
¿quién a cuento redujera
mis empresas amorosas?
Salí de Roma por fin
como os podéis figurar,
con un disfraz harto ruin
y a lomos de un mal rocín,
pues me quería ahorcar.
Fui al ejército de España;
mas todos paisanos míos,
soldados y en tierra extraña,
dejé pronto su compaña
tras cinco o seis desafíos.
Nápoles, rico vergel
de amor, de placer emporio,
vio en mi segundo cartel:
Aquí está don Juan Tenorio,
y no hay hombre para él.
Desde la princesa altiva
a la que pesca en ruin barca,
no hay hembra a quien no suscriba,
y cualquier empresa abarca
si en oro o valor estriba.
Búsquenle los reñidores;
cérquenle los jugadores;
quien se precie que le ataje,
a ver si hay quien le aventaje
en juego, en lid o en amores.
Esto escribí; y en medio año
que mi presencia gozó
Nápoles, no hay lance extraño,
no hubo escándalo ni engaño
en que no me hallara yo.
Por dondequiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí.
Ni reconocí sagrado,
ni hubo razón ni lugar
por mi audacia respetado;
ni en distinguir me he parado
al clérigo del seglar.
A quien quise provoqué,
con quien quiso me batí,
y nunca consideré
que pudo matarme a mí
aquel a quien yo maté.
A esto don Juan se arrojó,
y escrito en este papel
está cuanto consiguió,
y lo que él aquí escribió,
mantenido está por él.


En 1833 la familia de José Zorrilla, el autor de Don Juan Tenorio, fue trasladada a uno de uno de los pueblos más bellos de la provincia de Burgos, Lerma. El padre del dramaturgo fue nombrado gobernador en Burgos capital, pero conflictos internos y políticos hicieron que marchara a esta villa ducal donde el hermano de su esposa, Zoido Moral, era canónigo.

  No es que residiera mucho en la Villa, el padre le mandó enseguida y sin mucho éxito, primero a Toledo y después a Valladolid, para hacer de él un “hombre de provecho” e intentar corregir el carácter soñador y díscolo de uno de los principales románticos españoles.  Malos tiempos para unos padres conservadores, Zorrilla desde bien pronto bebió de todas las fuentes del romanticismo europeo y su ajetreada biografía demuestra que vivió de la manera que la moda romántica imponía. Sin embargo, cuentan que pasó temporadas en este pueblo, como así lo atestiguan sus poemas dedicados al Arlanza, el río que da nombre a la comarca: 

 Texto completo del poema https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/obras-completas-poesias--0/html/fef5c88c-82b1-11df-acc7-002185ce6064_41.htm 


“Río Arlanza, si las fuentes


Que en Burgos te dan el ser


No cegaron sus corrientes,


Y aun en ti van a verter


Sus cristales transparentes”




Y que allí vivió uno de los tantos amores que le inspiraron sus poemas.  En este caso, un amor de juventud con la lermeña Catalina Benito Reoyo, que finalmente le rechazó y que le inspiró estos versos:  

«¡Catalina!… tú, serena, 

de llanto y de amor ajena, ni oirás mi cantilena, 

ni sentirás mi pasión».

Pero lo que sí que sabemos, porque así nos lo dice la biografía de Zorrilla es que su gran personaje, don Juan Tenorio, se pudo haber inspirado (aparte de en toda una tradición que había en España de este personaje) en un lermeño, amigo suyo: don Francisco Luis de Vallejo. A él le dedica esta obra y a él le define en Recuerdos del tiempo viejo (Ed. Espasa, 2012) como «uno de los calaveras de buen tono de aquella edad de calaveras, que volvieron del revés a España como un sastre la manga de una levita, a la cual hay que poner forros nuevos: un Don Juan de la clase media, que vestía con elegancia y marchaba con soltura, que podía presentarse y bravear en el salón más aristocrático; un abogado joven lleno de audacia y de talento, tan agudo de ingenio como seductor de modales». También decía de él que «era originalísimo en sus opiniones, excéntrico en sus ideas y tan picante como ameno en su conversación. Venía del corte impregnado en el espíritu de todos los gérmenes políticos, económicos, artísticos y literarios de la revolución».

Así que pudiera ser, que el gran amor de doña Inés, tuviera su fuente de inspiración en un personaje de esta noble villa.

Lerma, que bien merece una visita, dedica a este autor todo una ruta por sus calles que, si os animáis podéis encontrar en este enlace:

https://www.turinea.com/es/cu/4-1798/2-un-paseo-con-jose-zorrilla-su-vida-en-lerma.html

Aquí os dejo el fragmento más famoso de Don Juan Tenorio, la escena del sofá, y si os animáis a conocer más a fondo a este don Juan, aquí tenéis la obra completa: https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/don-juan-tenorio-drama-religiosofantastico-en-dos-partes--0/html/ff68b298-82b1-11df-acc7-002185ce6064_2.html




ACTO IV-Escena III

:

DON JUAN: 

¡Cálmate, pues, vida mía!

Reposa aquí; y un momento

olvida de tu convento

la triste cárcel sombría.

¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,

que en esta apartada orilla

más pura la luna brilla

y se respira mejor?

Esta aura que vaga, llena

de los sencillos olores

de las campesinas flores

que brota esa orilla amena;

esa agua limpia y serena

que atraviesa sin temor

la barca del pescador

que espera cantando el día,

¿no es cierto, paloma mía,

que están respirando amor?(…)


Y estas palabras que están

filtrando insensiblemente

tu corazón, ya pendiente

de los labios de don Juan,

y cuyas ideas van

inflamando en su interior

un fuego germinador

no encendido todavía,

¿no es verdad, estrella mía,

que están respirando amor?(,,,)

¡Oh! Sí. bellísima Inés,

espejo y luz de mis ojos;

escucharme sin enojos,

como lo haces, amor es:

mira aquí a tus plantas, pues,

todo el altivo rigor

de este corazón traidor

que rendirse no creía,

adorando vida mía,

la esclavitud de tu amor.


   D.ª INÉS:

 Callad, por Dios, ¡oh, don Juan!,

que no podré resistir

mucho tiempo sin morir,

tan nunca sentido afán.

¡Ah! Callad, por compasión,

que oyéndoos, me parece

que mi cerebro enloquece,

y se arde mi corazón.

¡Ah! Me habéis dado a beber

un filtro infernal sin duda,

que a rendiros os ayuda

la virtud de la mujer.

Tal vez poseéis, don Juan,

un misterioso amuleto,

que a vos me atrae en secreto

como irresistible imán.

Tal vez Satán puso en vos

su vista fascinadora,

su palabra seductora,

y el amor que negó a Dios.

¿Y qué he de hacer, ¡ay de mí!,

sino caer en vuestros brazos,

si el corazón en pedazos

me vais robando de aquí?

No, don Juan, en poder mío

resistirte no está ya:

yo voy a ti, como va

sorbido al mar ese río.

Tu presencia me enajena,

tus palabras me alucinan,

y tus ojos me fascinan,

y tu aliento me envenena.

¡Don Juan!, ¡don Juan!, yo lo imploro

de tu hidalga compasión

o arráncame el corazón,

o ámame, porque te adoro.


Comentarios

Entradas más populares de este blog

LA PRIMERA IMPRESIÓN DE UNA OBRA QUE QUITÓ A LOS PROTAGONISTAS DEL TÍTULO: LA CELESTINA