GABRIELA MISTRAL

                                                            

Allende los mares.

Plan de poesía IES Pintor Luis Sáez (Burgos) 22/23




                                                    

                     GABRIELA MISTRAL





BESOS

Hay besos que pronuncian por sí solos
la sentencia de amor condenatoria,
hay besos que se dan con la mirada
hay besos que se dan con la memoria.

Hay besos silenciosos, besos nobles
hay besos enigmáticos, sinceros
hay besos que se dan sólo las almas
hay besos por prohibidos, verdaderos.

Hay besos que calcinan y que hieren,
hay besos que arrebatan los sentidos,
hay besos misteriosos que han dejado
mil sueños errantes y perdidos.

Hay besos problemáticos que encierran
una clave que nadie ha descifrado,
hay besos que engendran la tragedia
cuantas rosas en broche han deshojado.

Hay besos perfumados, besos tibios
que palpitan en íntimos anhelos,
hay besos que en los labios dejan huellas
como un campo de sol entre dos hielos.

Hay besos que parecen azucenas
por sublimes, ingenuos y por puros,
hay besos traicioneros y cobardes,
hay besos maldecidos y perjuros.

Judas besa a Jesús y deja impresa
en su rostro de Dios, la felonía,
mientras la Magdalena con sus besos
fortifica piadosa su agonía.

Desde entonces en los besos palpita
el amor, la traición y los dolores,
en las bodas humanas se parecen
a la brisa que juega con las flores.

Hay besos que producen desvaríos
de amorosa pasión ardiente y loca,
tú los conoces bien son besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Besos de llama que en rastro impreso
llevan los surcos de un amor vedado,
besos de tempestad, salvajes besos
que solo nuestros labios han probado.

¿Te acuerdas del primero...? Indefinible;
cubrió tu faz de cárdenos sonrojos
y en los espasmos de emoción terrible,
llenáronse de lágrimas tus ojos.

¿Te acuerdas de que una tarde en loco exceso
te vi celoso imaginando agravios,
te suspendí en mis brazos... vibró un beso,
y qué viste después...? Sangre en mis labios.

Yo te enseñé a besar: los besos fríos
son de impasible corazón de roca,
yo te enseñé a besar con besos míos
inventados por mí, para tu boca.

Gabriela Mistral, En verso y prosa. Antología. Ed. Alfaguara (2010)

 

Si viajamos a Chile, nuestra primera parada obligada, es en la ciudad de Vicuña, una localidad famosa por sus observatorios astronómicos, el pisco y por ser la ciudad natal de Gabriela Mistral (1889- 1957), Premio Nobel de literatura en 1945. El jurado se lo otorgó por “su obra lírica que, inspirada en poderosas emociones, ha convertido su nombre en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano”.

Su verdadero nombre era Lucila Godoy. El pseudónimo (Gabriela Mistral) que ella eligió por primera vez para participar en los Juegos Florales, en 1914, con Los sonetos de la muerte, su primer libro de poemas, es la suma de dos de sus poetas favoritos, Gabriele D’Aznnunzio y Frédéric Mistral. 

Cuenta que su pasión por la literatura surge por el descubrimiento de unos poemas que había escrito su padre y que le parecieron hermosísimos. Esta historia podría ser muy bonita si obviamos el dato de que su padre las abandonó cuando apenas tenía tres años.

Su primera poesía mana del movimiento poético de su juventud, el modernismo. Ella incluso llegó a conocer a Rubén Darío, su propulsor y uno de los principales representantes. Pero, poco a poco, se va alejando de este estilo para encontrarse con el suyo propio. Una poesía sencilla y humana.

Besos es uno de sus poemas más famosos de la poeta. Se publicó en 1922 en su libro Desolación. Habla de besos de todo tipo, de amor y de dolor, de lealtad y de traición. 





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